jueves, 21 de mayo de 2020

Psicología masculina y femenina 1 - ¿Qué es lo que no te gusta de los hombres?



1. ¿Qué es lo que no te gusta de los hombres? 

¿Qué son demasiado simples? ¿Qué siempre te dicen lo guapa que eres, y lo maravillosa que eres, pero no sabes si lo hacen para atraer tu atención y si están siendo sinceros y auténticos?

Vamos que la mayoría de hombres somos unos simples, que regalan el oído, pero no saben realmente si lo dicen sinceramente o se han pegado un empacho de "Amaral" y su "sin ti no soy nada"... Te dicen que eres la mujer de su vida, te llenan la cabeza de tonterías absurdas cómo si os hiciera falta el género opuesto para estar completos. Pero ya estamos completos el uno sin el otro, si un caso nos complementamos. 

Eso es porqué no has conocido a alguien que sea él mismo, sino que juegan a un personaje para agradar producto de su inseguridad, que si no lo notan al principio las mujeres, tan poco en darse cuenta. 

Los hombres de esta sociedad prefabricada son patéticos, se nos ha programado para ser patéticos, me explico. 

El 99% de los hombres de esta sociedad viven en el inconsciente, yo me incluía durante buena parte de mi vida, y después de leer los libros "Iron John (psicología masculina) y" El cerebro femenino" (psicología femenina), lo tengo más claro aún. He ido atando cabos con estos libros, que para mí son sinergicos y que ahora explicaré en este largo artículo. 

Lo bueno es que cada vez hay más hombres diferentes, y cada vez encuentro más hombres empoderados y fuera del semado varonil, con su masculinidad consciente integrada.

Un hombre por biología, se mueve por unos patrones, que van cambiando con la edad. 

Los hombres somos más racionales, y las mujeres más emocionales. 

Las mujeres evitáis el conflicto a edad joven y los hombres afrontamos el conflicto. 

Aunque ya hay excepciones están basadas en gente con amplitud mental. Gente que trascendio el sistema de creencias y los moldes establecidos, ni creyéndose un personaje, ni juzgándolo. 

El sistema de pensamiento actual, basado en la merma de nuestras emociones biológicas, ha mermado lo que somos por naturaleza.
Al hombre se le ha castrado, y se le ha dicho cómo ser, que creencias seguir; y a la mujer se le ha enseñado a ser sumisa y ama de la casa. Eso ha llevado a hombres a los que se les hacía todo, y los ha vuelto inútiles. Y a mujeres que se les ha vuelto esclavas de su casa y se les ha vuelto esclavas. 

Ese era el paradigma de nuestros abuelos... Quizás también de muchos de nuestros padres... Quizás el de nuestras parejas actuales. 

Con las experiencias de la vida y el ambiente emocional vivido, eso ha llevado a dos puntos. 

El hombre castrado, ha juzgado cómo debe ser y se ha ido al otro extremo, a un exceso, se ha ido a la otra polaridad: Hombres agresivos.
Y los que NO han juzgado eso, se han convertido en trabajadores de fábrica normales, y obedientes hasta tal punto, que no son capaces de tomar sus putas decisiones. 

Las mujeres pasa lo mismo. 
Unas han juzgado esos moldes establecidos, y se han polarizado en el otro extremo, volviéndose absolutamente independientes y huyendo de los hombres, estas mujeres no admiten si quiera una opinión contraria a la suya de un hombre; Y las que NO se han cuestionado, se han convertido en esclavas de su casa, y obedecen al hombre sin rechistar, cómo si estuvieran en zombilandia, presas de algún tipo de creencia hipnótica. 

Pero la sociedad avanza, la conciencia también. Y en este punto hay una tercera opción.
Salir del sistema, comprender tu historia y elegir quién quieres ser. 

No hace falta ir a un extremo u al otro, necesitas encontrar el Tao, tú propio equilibrio de los opuestos.


2. Hombres y mujeres, y la atracción sexual

Existen muchos rasgos marcados en la psicología de la sexulidad que iremos viendo. Por ejemplo el pelo. 

Sentido psicológico del pelo en los hombres (Fragmento del libro: "Iron John" de Robert Bly)

Si buscamos asociaciones culturales con la palabra pelo, encontraremos al menos cuatro conexiones. La primera tiene que ver con la energía sexual. Cuando una joven romana se unía a las Vírgenes Vestales, las otras mujeres se rapaban ritualmente el pelo. Los monjes de la Edad Media eran tonsurados y, hasta el día de hoy, las mujeres judías ortodoxas llevan peluca para ocultar su propio pelo. Puesto que los animales presentan pelo en profusión, y puesto que vemos nuestra propia sexualidad como animal, la asociación es inevitable. 

El bigote de un hombre podría representar su vello púbico. Un amigo se dejó crecer el bigote a los treinta años. Cuando visitó a su madre, ésta se vio incapaz de sostener su mirada, hablaran de lo que hablaran. El pelo, pues, puede representar la energía sexual.

Pero ya sean directores de orquesta de ondeante melena, ejecutivos con el pelo corto —pelo de franela gris, por llamarlo de algún modo—, o se dediquen a reprimir extravagancias —los ultras que defienden los cortes al rape o las cabezas afeitadas—, la cantidad de pelo que uno se permite, sugiere hasta qué punto están restringidos los instintos y contenida la espontaneidad.

Finalmente, el pelo sugiere el exceso. La pelambrera de Enkidu, el Hombre Primitivo babilonio, o la de Pan, el hombre-cabra, simbolizan lo que está más allá de los límites de la contención. Pan vive fuera del redil. Cuando vemos una melena femenina desplegarse en toda su abundancia, el pelo nos habla acerca del valor del exceso. 

Decía Blake: «El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.» El asocia el pelo con la tierra. «Los ojos del fuego, la nariz del aire, la boca del agua, la barba de la tierra.» 

Podríamos decir que cuando se le cae accidentalmente un pelo al agua y este pelo se vuelve de oro, el muchacho de nuestro cuento aprende lo siguiente: que la energía sexual es buena; que el instinto de caza, que los mamíferos poseen sin avergonzarse de ello, es bueno; que el calor animal, la furia y la espontaneidad pasional son buenos; y que el exceso, la extravagancia y abandonar los confines del castillo en compañía de Pan también son buenos. 

El pelo también sugiere los pensamientos. El pelo se nos cae de la cabeza día y noche, por lo que se parece a los pensamientos que tenemos incluso cuando estamos dormidos. A pesar de que aun cuando por la noche nuestro sistema consciente permanezca inactivo seguimos pensando: algunos de estos pensamientos se llaman sueños.
(Libro: Iron John - Autor: Robert Bly) 

Este fragmento del libro, nos hace vislumbrar, lo programados que estamos a nivel mental, a nivel biológico, y a nivel fisiológico. Un tipo de pelo, una barba, un bigote, puede afectarnos más o menos a la hora de tener ganas de tener sexo. Las resonancias transgeneracionales en este sentido, vienen condicionadas por nuestros ancestros. 

DÉJAME TRANQUILA YA (Fragmento del libro: El cerebro femenino - Louann Brizendine)*

Edith me pidió hora de visita cuando su marido, psiquiatra, estaba liquidando su consulta con el propósito de jubilarse. 

Aun cuando tenían una buena relación la mayoría del tiempo, lo único que ella preveía era que él estaría constantemente invadiendo su espacio y solicitándole que le prestara servicio veinticuatro horas diarias.

Su desazón ante semejante idea le había causado insomnios; y resultó que Edith tenía razón. 

Apenas él llegaba a casa empezaba a preguntar: 

«¿Dónde está el almuerzo? ¿Has comprado mi salami? ¿Quién ha tocado mis herramientas? ¿Es que no vas a lavar los platos? Llevan una hora en el fregadero». 

Si no había ido a comprar porque estaba ocupada, preguntaba: «¿Ocupada, con qué?». 

Edith había estado ayudando a la anciana amiga de su madre en las tareas domésticas. Había cuidado a sus nietos los martes. Tenía una partida regular de bridge, citas para el almuerzo y asistía a un club de lectura. Estaba ocupada trabajando en cosas que le importaban. Le gustaba su libertad. 

Su marido estaba atónito porque mostrara tan poco interés en él y tuviera tanta vida propia por vivir. Este cambio de conducta es el más común que se ve en mujeres de sesenta y cinco o más años. 

Como Edith, acuden a mi consulta deprimidas, angustiadas e incapaces de dormir. Pronto descubro que los maridos se han jubilado el año anterior. Ellas se sienten objeto de conflictos, irritadas y arrancadas de sus trabajos y actividades. No quieren vivir de este modo el resto de sus días. Ese temor a perder la libertad puede sobrevenir, aunque la relación matrimonial sea básicamente buena. 

De alguna manera, muchas mujeres sienten que no pueden renegociar un contrato matrimonial que no está escrito. «Claro que puedes —les digo—. Tu vida depende de ello.» 

Semanas más tarde, después de que Edith y su marido hubieran pasado un mes de vacaciones, volvió a visitarme. 

Con gesto de complacencia en la cara dijo: «¡Misión cumplida! Él ha accedido a no estar siempre dándome la lata». 

Habían renegociado las normas que regirían la siguiente fase de su vida. (Libro: El cerebro femenino - Louann Brizendine)

En este fragmento vislumbramos lo anteriormente expuesto. La autoridad del hombre en casa, comportándose cómo un inútil que no sabe hacer nada más que mandar, y la mujer sumisa, sintiéndose incómoda, pero haciendo todo lo que dice. En este caso, menos mal que esta información pudieron hacerla consciente, pero desgraciadamente es el paradigma que han vivido miles de familias en todo el mundo por la programación inconsciente de nuestros ancestros, nuestro árbol transgeneracional, el ambiente emocional y la genética. 


3. Conclusiones finales

El psicoanálisis, que coloca a una mujer en el sofá, entre siete y diez años, para llegar a las raíces de su anormal «frigidez» o de su «resistencia» psicológica al sexo. Este planteamiento podría ser una opción, pero otra visión es la neurocientifica, dónde explica que la razón de tales sentimientos en cierta etapa de la vida es una respuesta normal de carácter biológico y psicológico a los cambios hormonales. Luego está la visión de la epigenética, dónde todo lo que nos pasa, está influenciado por la expresión de nuestros genes ante la reacción de un ambiente emocional. Está claro que el poder de las creencias, tienen poder se limitarnos o potenciarnos.

Por eso debemos cuestionarnos absolutamente todo en la vida. Y para esto os traigo un fragmento de un libro de

El libro "Así hablo Zarathustra" habla de tres etapas muy difundidas: La de camello, León y niño

Son las etapas de cualquier vida que se encamine a la consciencia o el auto conocimiento o realidad del Ser. 

La primera la de camello, es todo aquello que recojemos en los primeras décadas de nuestra vida. Educación, cultura, éticas, morales etc. 

La segunda la de León, nos enfrentamos a cuestionarlas una o por una cada una de esas creencias y programas aceptados y llevamos aún en la joroba del camello. Nos empoderamos y nuestro miedo pasa a ser valentía. Esa valentía no es la ausencia de miedo sino el ímpetu de traspasarlo. Tras esa despogramsción consciente llegamos a la última y casi definitiva etapa. 

La tercera es l niño, símbolo de la inocencia y la exploración más allá de lo aprendido y de una libertad digamos que genuina. Nada avergüenza al niño, nada oculta el niño, nada prioriza el niño más que la propia vida y su juego en ella.

Una historia arquetípica más, para explicar que tanto el hombre cómo la mujer, pasa por una etapa, dónde carga cómo un camello todas las creencias, patrones genéticos, resonancias familiares y de los ancestros, para vivir sumido en la inconsciencia.

Al pasar un tiempo, el león despierta en nosotros la necesidad en entrentarse a todos esos moldes establecidos y creencias heredadas. Destrozar con sus garras esos patrones genéticos, y mediante la epigenética, cambiar lo que creía que era, por lo que decide ser.

La inocencia del niño se plasmará en nuestras vidas cuándo hayamos trascendido todas esas creencias, patrones genéticos, resonancias familiares y de los ancestros, lo que nos hará vivir de forma consciente y en el presente con atención plena. 

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